Lo del ungüento maloliente tiene que ver con los antiguos remedios que, aun no valiendo absolutamente para nada, se usaban para paliar las dolencias, alegando que cuanto peor olieran, más curaban.
En este caso, el debate sobre el estado de la nación, no sólo no resulta ser un placebo, sino además un entretenimiento circense, en el que lo único que destacó fue la expresión “clases medias”. Ahora se acuerdan de las clases medias, cuando están agonizando...
De cualquier modo, el espectáculo lamentable del congreso en general, se reduce a la oferta indiscriminada de gasto público y a la demanda generalizada del pedazo de pastel correspondiente por parte de los grupos nacionalistas.
Al día siguiente todo continua igual, excepto por la resaca política, que sigue haciendo mella en la moral de todo el país.
Conozco personas que negociando en una cafetería han logrado beneficiosos acuerdos más sustanciales que en estas representaciones histriónicas, donde el cuerpo político aparenta reunirse exclusivamente en su labor de justificar el salario.
Ni siquiera es pan para hoy y miseria para mañana, sigue siendo miseria día tras día, aunque para mísera, la manifestación de los sindicatos sin previo aviso, cortando importantes calles y avenidas de la capital del país, que en lugar de abogar por el trabajador o el parado, impide que el laborioso lleve a cabo su obligación.
Lo más triste es que aún hay quien piensa que el colectivo político puede sacar al país del fango en que ellos mismos lo han sumergido. Comienzo sinceramente a creer que la casta política no es la culpable de nuestra situación, sino más bien el conformismo del ciudadano medio, que en lugar de plantearse su futuro y el de sus propios hijos, mira para otro lado esperando a que alguien solucione la avería.
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